jueves, 22 de julio de 2010

Tredici.

Y siente esa luz clara que la ilumina y la vuelve hermosa. Y él, ese él, no tiene los rasgos de su chico, sino de otro nuevo, aún por imaginar. Alguien capaz de escribir esas palabras que la hacen soñar. Cuán cierto es que necesitamos tener un sueño.

Dodici.

Como una niña pequeña y caprichosa que busca un beso y sabe que lo encontrará. La toma la cara entre las manos y la mira a los ojos. Y mil palabras recorren esa mirada. Silenciosas, alegres, románticas, enamoradas. Palabras ocultas, palabras que se persiguen, palabras que empujan para salir como un río subterráneo, como el eco lejano de un valle apenas descubierto, como el escalador que ha llegado con fatiga hasta la cima de la montaña y desde allí, él solo, le grita al viento, a las nubes que lo rodean, toda su felicidad.

Undici.

Y así siguen, besándose sin darse cuenta de nada más, de la gente que pasa a su lado.